Transformación digital: ¿cambio de herramientas o cambio cultural?

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Contra quienes conciben la digitalización como una adquisición desbocada de tecnología, lo primero que requiere en realidad es cambiar por dentro las organizaciones. Nos habla de cómo abordar este proceso con éxito Juan Zamora, CEO de Signaturit.

El año pasado la pandemia nos trajo un drama sanitario, pero también aceleró exponencialmente la digitalización de nuestras vidas y de nuestra economía. A título de ejemplo, durante los meses de confinamiento, las descargas de las aplicaciones de videoconferencia se multiplicaron por 64 en nuestro país respecto al mismo periodo de 2019.

Pero, más allá de que esas circunstancias excepcionales nos condujeran a adoptar tecnologías que hasta entonces nunca habíamos usado, ese tsunami digital ha traído grandes beneficios que aseguran su irreversibilidad.

Lifesize cifró por ejemplo los ahorros del teletrabajo para las empresas en alrededor de 9.600 euros al año por trabajador, y los propios empleados no solo ahorrarán 6.100 euros al año, sino que ganarán 11 días de conciliación de media al año trabajando en remoto.

La transformación digital en España

En nuestro país, esta tendencia ha quedado acreditada en el 4º estudio del Índice de Madurez Digital de las empresas en España de INCIPY, que apunta a que el 74% de las empresas han acelerado su hoja de ruta digital en el último año, pero del mismo aflora también que solo un 11% de nuestro tejido empresarial es realmente innovador o disruptivo, así que tenemos todavía mucho trabajo por delante para poder considerarnos una economía digital en un contexto en que el resto de países no están precisamente durmiéndose en los laureles.

Es importante sin embargo que la digitalización no se aborde ni con prisas ni con una vocación meramente estética, sino con luces largas y visión estratégica. Sino corremos el riesgo de acumular tecnologías muy disruptivas sobre el papel pero que no acaben integrándose en el día a día de nuestra organización, o que, al no estar conectadas entre sí, acaben requiriéndonos más tiempo por la necesidad de saltar de una herramienta a otra.

Una estrategia digital unívoca

Para evitar estos dos errores recurrentes es muy importante formar a nuestros equipos y concienciarles sobre las enormes ganancias de tiempo y productividad asociadas a dejar de hacer las cosas ‘como siempre’ para apoyarlas en la última tecnología, y elegir soluciones que permitan la integración entre ellas –por ejemplo, de la mano de APIs– para que, independientemente de a cuántas soluciones recurramos, a los efectos tengamos una única puerta de entrada y un mismo entorno desde el que poder acceder y beneficiarnos de todas esas nuevas funcionalidades.

En nuestro caso en Signaturit operamos en un ámbito que se ha visto doblemente beneficiado en los últimos años: el de los servicios de confianza, que, mitad por permitir por ejemplo la firma remota de documentos –que se ha demostrado imprescindible durante la pandemia, pero también una fuente de eficiencias en un contexto de normalidad–, mitad por reforzar la ciberseguridad de empresas e individuos en un momento en que esta está más amenazada que nunca, no ha dejado de crecer. En 2020, por ejemplo, nuestra cartera de clientes aumentó en un 56,6% y la cifra de documentos que enviaron para firmar digitalmente se dobló (+110,1%).

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Juan Zamora, CEO de Signaturit

Guiar para crecer juntos

Pero, hasta en ese compás de crecimiento, somos muy conscientes de que no podemos fiar ni el cumplimiento de nuestro plan de negocio, ni, en general, la progresiva digitalización de nuestra economía, a la pura inercia… Quienes ofrecemos la última tecnología tenemos que acompañar también a nuestros clientes para que entiendan que, para sacarle el mayor partido, no solo tienen que contratarla, sino también cambiar sus organizaciones.

La verdadera innovación requiere por ejemplo formación continua, para que las plantillas se reciclen continuamente y aprendan a usar nuevas herramientas, y aconseja también entornos de trabajo más colaborativos, en que todos los integrantes de un equipo cuenten con una red de apoyo formada por sus compañeros que les acompañe y asista en la adopción de nuevas formas de hacer las cosas.

El cirujano estadounidense Maxwell Maltz calculó en 1960 que las personas tardamos 21 días en crear un nuevo hábito. Hace seis décadas, eso era seguramente una eternidad, pero, en el mundo actual, ni las personas ni las organizaciones podemos permitirnos dedicar tanto tiempo a adoptar nuevas formas de trabajar o comportarnos.

La transformación digital en especial no espera a los rezagados, y por lo tanto la reflexión de cómo enfocarla tiene tanto ver con qué tecnologías necesitamos adquirir como con cómo vamos a convertir el recurso a las mismas en un acto casi reflejo.