James Brown, un mal ejemplo de liderazgo

Diego Posada

11 de octubre 2013

James Brown fue el padrino del soul. Uno de los mayores torrentes escénicos de la historia de la música negra. Pura energía a disposición de su carrera, por algo le llamaban el hombre más trabajador del show-business. Durante décadas ofreció centenares de shows cada año, combinándolos con las grabaciones de sus discos. Grandes giras apoyadas en hits como ‘It´s a man´s man´s man´s world’ o ‘Sex machine’.

Sin embargo, mucho de lo que rodeaba su vida tenía un aspecto turbio. Su vida sentimental y hasta la división de su familia tras su muerte dan pistas de cómo era este genio en el plano personal. El liderazgo que ejerció con los músicos que trabajaban a su servicio siempre fue un ejemplo, pero para mal. Brown exigía estar rodeado de grandes talentos pero les sometía a una disciplina absoluta. Debían seguir una obediencia desmedida a todo lo que él determinaba.

Los ensayos eran largos y muy exigentes buscando la perfección entre la música y los pasos de baile. En los directos, famosos por su intensidad, el padrino del soul tenía establecido un sistema de multas. Por cada fallo con el instrumento, la voz, el vestuario o los movimientos el músico cobraría menos de lo que le pertenecía. Los colaboradores se enteraban de las sanciones en el mismo momento en que fallaban. Brown acostumbraba a darse la vuelta en el escenario y señalar a la persona que había errado. Parecían pasos de su coreografía, pero no, era la manera de señalar los errores.

Algo similar ocurría con la puesta en escena. Así lo recuerda Maceo Parker, uno los mejores músicos del panorama del funk y del soul. El saxofonista explicaba cómo que “tienes que llegar a tiempo y tener el uniforme. Su material tiene que estar intacto. Tienes que tener la corbata de lazo. No se puede llegar sin la pajarita, ni sin una faja. Los zapatos de charol deben estar engrasados​​”. Brown se encargaba personalmente de comprar todo el vestuario. Material que la persona debería devolver si en algún momento dejaba la banda.

Las multas oscilaban según la importancia del evento. Por ejemplo, al preparar el show del Teatro Apolo en el 62, que se grabaría en directo, la sanción era mucho mayor. Todo esto muestra un tipo de liderazgo que no generaba equipo ni motivación entre aquellos que le acompañaban. Algo que alejaba a las personas del propio proyecto de Brown. Su mirada puesta sólo en el cortoplacismo (fallos puntuales sancionados y no carreras dedicadas a su música premiadas) no hizo de su música algo mejor por ser tan exigente. No se dejó permeabilizar por las ideas y el talento de los que le rodeaban. Probablemente sus shows estuvieran muy cerca de como él los ideó. Sin embargo, estarían lejos de lo que aquel conjunto de talentos pudo llegar a ofrecer.