Durante los últimos años se ha multiplicado el interés por el síndrome del impostor, una distorsión cognitiva que casi todo el mundo padece y que nos lleva a sentirnos como un auténtico fraude en lo que hacemos. Aunque no solo afecta al ámbito profesional, es en ese entorno donde este problema se hace más visible. Y nadie, ni siquiera el primer directivo de una compañía, está a salvo de sufrirlo.