En blanco y negro

 

Silvia Escribano

Socia de Isavia

Hay dos maneras de ser, de vivir. Dos formas de ver el mundo: blanco o negro. Esta mañana decidí contemplar un precioso amanecer, un jardín salpicado de flores rojas y un montón de alegres pájaros entonando una dulce melodía. Todo lo que contemplaba, producía en mí una enorme satisfacción. A continuación, sonó el teléfono y algo se torció. El amanecer se volvió frío. Las flores se apagaron y el canto de los pájaros se tornó en algo irritante. Sólo en unos minutos mi percepción de la vida cambió.

Éste podría ser el inicio de un día cualquiera de tu vida. El comienzo de uno de esos días en que la vida pasa delante de ti mostrándote lo frágil que eres a su lado. El mensaje es muy sutil: «estás en mis manos…» .

Efectivamente, ésta es una opción.

Aquella mañana me pregunté cuál era la forma correcta de ver las cosas.

Algo me hace pensar que no puede ser sino la primera, blanco, que me genera satisfacción, libertad, seguridad. Ver la vida de color blanco, en mi lenguaje, significa optimismo. El blanco se asocia a la luz, la bondad, la inocencia, la pureza y la seguridad. Es el color de la perfección. Blanco suena a positivo.

Hablemos ahora del negro. Es el color más enigmático. Se asocia a lo desconocido, a la oscuridad. Representa el poder, la elegancia, la formalidad. El negro representa también autoridad y fortaleza. Se relaciona con el prestigio y la seriedad. Evoca tristeza. Invita a la soledad. Negro suena a misterioso.

Tenemos la suerte de poder elegir cada día de qué color queremos ver la vida. A veces se nos olvida que la paleta de colores va mucho más allá del blanco y del negro. Existe el amarillo que resuena a vida. El rosa que evoca ternura. El rojo que inspira pasión. El verde que suena a naturaleza. El azul que invita al equilibrio… Se nos olvida que el número de colores es infinito. La vida tiene tantas posibilidades como queramos ver.

[pullquote]Recuerda que siempre hay algún motivo para sonreir. Sólo tienes que buscarlo.[/pullquote]

Recuerda que siempre hay algún motivo para sonreir. Sólo tienes que buscarlo. A veces, estos motivos pueden no ser muy evidentes. Una buena praxis al levantarte es dar las gracias por un bonito día, visualizar cómo quieres vivirlo y cómo eliges sentirte.

Antes de dormir puedes hacer una lista de las cosas por las que te sientes agradecido. Piensa en esas cosas pequeñas, esos detalles insignificantes y esos encuentros especiales que te dicen que hoy no es un día cualquiera.

Lo bonito de la vida es elegir tu paleta de colores y pintar el cuadro de tu vida paso a paso, momento a momento. No olvides que sólo tú eres el protagonista y el único dueño de tu vida. Hoy, como tantos otros días, yo elijo sonreir. Cuando sonrío, la vida me sonríe. Y tú, ¿qué eliges?