M. Elena Martínez | 5 de diciembre de 2014
Comunicar es el camino directo hacia el liderazgo. Una calidad de vida que pasa por capacidades y actitudes comunicacionales trabajadas, con un buen “discurso” detrás. Como determina Leo Farache, fundador de Educar es todo y creativo de Más Cuota: “comunicar bien es vivir mejor”. Todo un mundo por descubrir todavía. Porque aún hoy, algo falla. Cuantos más soportes, canales y medios hay, se resquebraja y se pierde en el abismo. Comunicación es, por tanto, la otra gran necesidad básica de empresarios, directivos y líderes políticos. Y, a partes iguales, su cuenta pendiente.
Muchos de los errores que todos ellos cometen en su conjunto es no vivir como deberían, comunicando mejor. El caso concreto, el del actual Gobierno de Mariano Rajoy. Porque, como recientemente ha informado la Agencia EFE, éste es su punto débil. Un fallo directivo que, como en política, también se traduce en materia empresarial. Siguiendo las palabras de David Redoli Morchón, miembro del consejo directivo de la Asociación de Comunicación Política, “la comunicación es, ahora más que nunca, una de las partes más importantes del trabajo de cualquier líder”. Y no la cuidan.
La comunicación política, a la deriva de la ilusión
Líderes políticos y empresariales ven hoy un enemigo donde deberían encontrar a su eterno aliado. Como apunta Farache, su comunicación es hoy un “arte de ilusionar” poco conmovedor e ilusionante. Al descubierto lo han dejado las recientes declaraciones de Alberto Núñez Feijoo en el último encuentro de barones del PP acerca de que “el Gobierno no vende bien”. No hay un aparato comunicativo que blinde la imagen del presidente y transmita “lo bueno que se está haciendo”. Por ello, la comunicación se está convirtiendo en su verdadera oposición.
[pullquote]La comunicación es, ahora más que nunca, una de las partes más importantes del trabajo de cualquier líder[/pullquote]
De esta forma, la necesidad de una estrategia comunicativa que no caiga por su propio peso, para directivos y, más aún, para políticos queda a la vista. Así como que las intentonas de preparación de portavoces mediáticos de Génova no quede nuevamente redimida por los líderes de la izquierda, actuales “reyes del share”. Porque la partida, ahora más que nunca, se gana en política de comunicación. De hecho, como apunta Farache, tendrían que dar rienda suelta a su otro papel de líder directivo para “cambiar la visión de las personas gracias a unas ideas bien comunicadas”.
La incultura de la comunicación
“Convencidos de nuestras ideas vivimos mejor, y si un político y directivo comunica bien, hace vivir mejor” apunta Farache. En eso se deberían focalizar ahora, sabidas sus flaquezas, todos los “jefes” del país. El político, comunicando con un plus de generosidad; el directivo, intentando no descuidar los principios básicos del comunicador. Como asegura Francisco Carrillo, asesor de comunicación y director de La Fábrica de Discursos, “en España hay excelentes profesionales que saben y disfrutan con la comunicación política, pero lo que no hay es demasiados políticos que entiendan su valor”.
El problema, según él, es que “no hay cultura de la comunicación porque no hay cultura de escucha y de transparencia”. Una habilidad oratoria que revierta en la fortaleza de un gran líder. El caso perfecto de Pablo Iglesias, el cual con “sus formas pausadas y el dominio del mensaje mediático le ayuda a posicionarse en el imaginario creativo”. Y es que las nuevas caras políticas comunican mejor, porque ellos “provocan conversaciones en la barra del bar al día siguiente” y eso es lo importante.
El discurso, música para la dirección y el liderazgo
Churchill una vez dijo que un discurso es como una sinfonía. Una composición pautada con las notadas adecuadas, melódica. Y así tienen que sonar las políticas de comunicación de todo líder. Sin embargo, muchas veces sucede todo lo contrario. Como apunta Carrillo, “la melodía del Gobierno de Rajoy es como ver a un coro de góspel cantando los grandes éxitos de Red Hot Chili Peppers”. Algo grotesco, ya que “hay talento en los compositores, pero la dirección es mejorable”.
[pullquote]El problema principal de este Gobierno es su comunicación reactiva, siempre a la defensiva, justificativa[/pullquote]
La necesidad de mejora salta a la vista. El consejo de Carrillo: hacer más música. “Yo le diría al Gobierno que saliera a tocar, que tienen a un público deseando escuchar su sinfonía, y como no lo hace, la banda sonora se la están componiendo otros”. No tiene claro el mensaje a lanzar porque no existe un relato sobre la situación y, así, toda escenificación será fallida. Es más, “el problema principal de este Gobierno es su comunicación reactiva, siempre a la defensiva, justificativa”.
Hoy es más complicado que nunca conseguir que el mensaje “quede pegado” en la cabeza y el corazón de los ciudadanos o trabajadores. Hay que ser más músicos que jefes. Como propone Carrillo, “no hablar para quien no presta atención sino para quien les hace estar ahí”. Y nunca pulsar lo que él denomina como el “botón rojo de la autodestrucción”. En definitiva, hablar lo que la sociedad quiere escuchar y los conceptos con los que se siente identificada. Y todo esto, llevado a la política, puede revertirse igualmente al mundo empresarial y social. Todo depende del mensaje, la forma y el discurso. Comunicar y vivir mejor. Esa es la clave.