Club de lectura: Invicto

Por David Boronat, Presidente de Multiplica | Tras leer Invicto de Marcos Vázquez, no acabo de entender porque no me enseñaron estoicismo desde bien pequeño. ¡Qué gran filosofía de vida! Especialmente para alcanzar – lo que los estoicos llamaban eudaimonía – la felicidad (aunque podríamos hablar mejor de autorrealización).

Para Marcos ser más invicto significa tener más claridad y menos miedo. Más propósito y menos inercia. Más foco y menos distracción. Más control mental y menos reacción emocional. Más gratitud y menos resentimiento. Más poder sobre lo que puedes cambiar y menos ansiedad por lo que no puedes controlar. Más protagonismo y menos victimismo. Más resolución y menos lamentación. Más aceptación y menos preocupación.

¿Y quién no quiere todo eso?

Aquí 15 ideas que valdría la pena que nos tatuáramos en alguna parte 😉

1. Menos emocionalidad (de la mala)

La propuesta estoica es analizar constantemente la idoneidad de cada emoción y de su intensidad, simplemente poniendo en perspectiva la situación absteniéndose de responder automáticamente.

No trataban de reprimir la emoción, pero sí proponían utilizar distintas estrategias y herramientas para minimizar el impacto de las emociones negativas, mitigando así su efecto. Vaya, que te importe todo lo menos posible (al menos todo lo malo que te sucede).

Porque todos tenemos muy claro que nuestros pensamientos distorsionados generan emociones exageradas y finalmente comportamientos equivocados, con los consiguientes malos resultados.

Por eso, los estoicos proponen sentir la emoción, pero manteniendo calma en cualquier situación. De esta manera, pasamos de reaccionar emocionalmente a responder racionalmente. Los estoicos eran unos maestros de la perspectiva, y parte de su entrenamiento consistía en adoptar el punto de vista más útil en cada momento.

El objetivo es actuar siguiendo nuestros principios, no nuestras emociones, porque todos tenemos muy claro que enfadarse por una situación rara vez la mejora, y simplemente dificulta nuestra capacidad de razonar.

2. Saber qué está realmente bajo nuestro control

Una de las lecciones más importantes del estoicismo es enfocar nuestra energía y esfuerzo en aquello que depende de nosotros. Para Epicteto, solamente tenemos bajo nuestro control nuestras percepciones y nuestras acciones.

No podemos cambiar lo ocurrido, pero podemos cambiar cómo lo percibimos. No son las cosas que nos pasan las que nos dañan, sino nuestra opinión sobre ellas. Por eso, no reaccionamos directamente a los eventos sino a la interpretación que hacemos de ellos.

De ahí que los estoicos entendieran la importancia del lenguaje y de lo que nos decimos a nosotros mismos. Sabían que distintas palabras producen distintas respuestas emocionales y, por tanto, proponían ser precisos y objetivos en las palabras que empleamos, limitándose a describir la realidad, sin añadir nada más.

Solo las cosas que dependen completamente de nosotros pueden ser buenas o malas. El resto son indiferentes. Indiferentes preferidas como tener salud, amigos o buena vida. Indiferentes no-preferidas como la pobreza o la enfermedad. Pero, en cualquier caso, indiferentes todas. Porque realmente no depende solo de nosotros.

Por eso, los estoicos nos recomiendan que aceptemos nuestra realidad y nos centramos en lo que podemos controlar. En vez de intentar cambiar el mundo, debemos poner el foco en cambiarnos a nosotros mismos primero. La aceptación no implica resignación. Se trata de hacer lo mejor que podamos con lo que tengamos, en vez de lamentarnos por lo que nos ha tocado.

Nuestra felicidad depende más de nuestra disposición mental que de las cosas que nos ocurren. Expresar nuestra frustración puede generar una pequeña liberación emocional a corto plazo, pero no resuelve nada, no mejora nada.

A partir de aquí los estoicos decían: ‘Concédeme serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, coraje para cambiar las que sí puedo, y sabiduría para discernir la diferencia entre lo puedo y no puedo cambiar’.

3. Convertir los obstáculos en oportunidades

Pero, los estoicos iban un paso más allá y nos recomendaban no sólo aceptar el destino, sino amarlo, usando la adversidad como materia prima para construir mejores cosas.

Tenemos poca capacidad de juzgar con objetividad lo que nos ocurre. A veces, las cosas que consideramos buenas a corto plazo nos dañan con el tiempo. Y al revés, muchos problemas nos enseñan lecciones que nos ayudarán toda la vida, o son el revulsivo que necesitábamos para transformar nuestra vida.

Los eventos más adversos son a veces los que más nos enseñan. Por eso, nos sugerían reemplazar el ¿por qué a mi? por ‘¿y cómo puedo usar esto a mi favor?

Los estoicos utilizaban muchas analogías deportivas. Veían por ejemplo la adversidad como un contrincante a derrotar, pero uno a quien debíamos dar la bienvenida. Sin contrincantes, nuestros logros no tendrían valor.

Para los estoicos, el lamento y la queja no llevan a nada, y solo magnifican nuestros problemas. Por eso, enfrentar el problema se convierte en su solución. Si nos cegamos con la vieja puerta que se cierra, no podremos ver todas las nuevas puertas que se nos abren al instante.

4. La calidad de tu vida depende de la calidad de tus pensamientos 

Los estoicos recomendaban separar nuestros pensamientos de los elementos externos, evitando fusionarnos con ellos. Y el primer paso es entender que no somos nuestros pensamientos, y que podemos distanciarnos de ellos. Porque no somos lo que pensamos, pero si vivimos vidas en base a lo que conseguimos pensar.

Porque nuestras creencias y nuestros pensamientos son parte del filtro a través del cual experimentamos la realidad. Por ello, debemos desarrollar la capacidad de interpretar nuestros pensamientos y emociones como hipótesis, en vez de como hechos, y así veremos el mundo con mayor claridad.

Para ello, los estoicos nos recomendaban evitar:

  • Asumir que nuestras emociones son el reflejo fiel de la realidad.
  • Magnificar la importancia de nuestros problemas.
  • Pensar siempre en el peor resultado posible.
  • Pensar que ciertos eventos puntuales son representativos del global.
  • Usar sentencias categóricas que empiezan por ‘Siempre…’, ‘Nunca…’, ‘Todo el mundo…’ o ‘Nadie….’
  • Ver las cosas en extremos, todo o nada, éxito o fracasos, cuando la vida acostumbre a ir de grises.
  • Pensar que sabemos lo que ocurrirá cuando de hecho nuestro estado mental inicial puede condicionar el resultado final.
  • Asumir que sabemos lo que otros piensan.
  • Hacer una evaluación global de nosotros mismos a partir de incidentes concretos.
  • Tener pensamientos rígidos sobre cómo deberíamos actuar, cómo nos deberían tratar los demás o cómo el mundo debería funcionar.

Debemos distanciarnos mentalmente del problema para verlo con claridad, tanto en espacio como en tiempo. Preguntándonos si hace falta si dentro de diez años nos seguirá preocupando el problema con el que estamos ahora luchando. ¿Importará dentro de cien años? 😉 Hacernos ver que nuestra vida es insignificante en el gran contexto del universo también nos puede ayudar a quitar hierro.

5. Conócete a ti mismo

La vida de la mayoría no se guía por la elección, sino por la inercia. Por eso, es tan importante conocerse y saber qué realmente queremos. Porque si no sabemos quiénes somos ni a dónde vamos es fácil que nos dejemos arrastrar. El cambio profundo empieza desde dentro y se manifiesta hacia fuera, no al revés.

De ahí que debamos preguntarnos una y otra vez cómo nos gustaría realmente vivir y cómo nos gustaría ser recordados y actuar en consecuencia.

6. El camino siempre antes que el resultado

Los estoicos hacían más énfasis en el camino que en el destino. Por ende, en vez de obsesionarnos con el resultado debemos poner nuestra atención en los hábitos, pensar menos en el resultado lejano y más en nuestro comportamiento inmediato. Las buenas acciones son su propia recompensa.

Obsesionarse por el resultado no te ayudará a lograrlo.

Los estoicos actuaban para lograr mucho pero estarían satisfechos aunque no lograran nada. Perseguían lo indiferente preferido como la riqueza o la amistad pero no ligaban su felicidad a conseguirlo. Para Epicteto era siempre mejor vivir con poco en una mente calmada que vivir en la abundancia con una mente distorsionada. Porque no es más rico quien más tiene sino quien menos desea. Una de las principales causas de sufrimiento es que valoramos más lo que nos falta que lo que tenemos. Por eso, los estoicos recomendaban también pasar menos tiempo pensando en lo que deseamos, y más aprendiendo a desear lo que ya tenemos.

7. No suframos antes de tiempo

Séneca ya decía que sufrimos más por la imaginación que por la realidad. Nos adelantamos con frecuencia a los acontecimientos, y al sufrir antes de tiempo terminamos sufriendo el doble. Al sufrir con anticipación no solo sufrimos dos veces, sino que arruinamos el hoy por miedo al mañana.

Te conviertes en eso a lo que le prestas atención, decía Epicteto. Tanto el pasado como el futuro están fuera de nuestro control, de ahí la importancia de centrarnos en lo que podemos cambiar: el presente. Centrarse en el presente es el antídoto contra los arrepentimientos del pasado y la ansiedad del futuro.

Cada día tenemos una elección: disfrutar este momento y aprovechar lo bueno, o lamentarnos porque no incluye todo lo que queremos.

Revisar el pasado tiene su utilidad, y nos permite por ejemplo extraer lecciones valiosas que nos ayudarán a mejorar en el futuro. Pero, una vez extraídas las lecciones de tus errores, regresa al presente. No revises tus acciones anteriores una y otra vez. Perdona tus fallos pero aprende de ellos. Perdonarse, levantarse y continuar.

estoico
Séneca

8. La virtud está en el término medio

Los estoicos sabían que el deseo y el placer no tienen fin. Si cedemos una y otra vez ante el deseo, no solo no lo calmamos, sino lo alimentamos. Necesitamos cada vez estímulos mayores para producir la misma satisfacción. Porque el deseo hace promesas que el placer no puede cumplir.

Por eso, debemos ejercer la moderación en todo lo necesario, no en todo lo posible. Y vencer la tentación.

Para los estoicos, el único esclavo es aquel encadenado por sus pasiones y azotado por sus emociones. ‘La esclavitud más denigrante es la de ser esclavo de uno mismo’, nos decía Séneca.

Los estoicos nos advertían que intentar suprimir un pensamiento lo refuerza todavía más. Por eso nos proponían:

  • Tomar distancia cognitiva del deseo. Por ejemplo, descomponiendo el objeto de deseo en su partes para debilitar el poder que tiene sobre nosotros.
  • Pensar en la acción que te produce el deseo (por ejemplo fumar), pensando en el momento inmediatamente posterior, cuando te arrepientes de tus actos, y en un momento futuro, cuando tu salud se deteriora. Debemos cambiar el foco, pensando menos en el objeto de nuestro deseo y más en las consecuencias de obtenerlo.
  • O diseñar un entorno a tu medida que necesite menos disciplina, definiendo las tentaciones que más nos cuesta vencer e implementando después los cambios adecuados para minimizar su acción (por ejemplo, haciendo menos visibles las cosas que nos tientan o dificultar el acceso a ellas).

9. Exponte a tus miedos

Vencer el miedo era una prioridad del estoicismo, y de hecho consideraban el coraje como una de las virtudes esenciales. Para ello, nos proponían:

  • Exponernos de manera gradual a nuestros miedos. Debes estar dispuesto a sentirte mal a corto plazo para sentirte mucho mejor a largo plazo. Evitar situaciones que te producen miedo simplemente lo potencian.
  • Evaluar los miedos de manera racional ayuda a ajustar su intensidad. Al visualizar con frecuencia aquello que tememos lo hacemos más familiar, reduciendo su impacto negativo si finalmente se materializa.
  • No empequeñecer ante lo desconocemos. La ignorancia es muchas veces la causa del miedo. Las cosas que nos asustan al principio pierden su fuerza al exponernos a ellas con frecuencia.
  • Los estoicos proponían imaginar que tus peores miedos se harían realidad. Familiarizarte con el peor resultado te hace ver que con frecuencia la imaginación exagera la realidad.
  • Adopta una postura desafiante ante los miedos. Transforma el ‘Y si pasa…? en ¿Y qué si pasa?
  • Accionarnos ya que la acción es el antídoto del miedo.

10. El cuerpo, antes que la mente

Otra estrategia estoica para calmar la mente es cambiar primero el cuerpo, forzar externamente una compostura sosegada: relajar la musculatura de la cara, respirar con calma, caminar despacio… Sabían que, en poco tiempo, el estado mental interno reflejaría el estado físico externo. Y lo aprovechaban.

11. Vivimos de prestado

Los estoicos recomendaban ver todo lo que llega a nuestras vidas como un préstamo del universo, que puede ser reclamado en cualquier momento. Esto nos ayuda a apreciar más lo que tenemos y a sufrir menos cuando lo perdemos y aprender así a domesticar la tristeza que – aunque es una respuesta automática que no podemos evitar – sí podemos sosegar (incluso ante la pérdida de un ser querido). Por ejemplo, preguntándonos si la persona por la que sufrimos desearía vernos así por mucho tiempo. Por eso, Séneca decía: ‘Deja que tus lágrimas fluyan, pero deja también que cesen de hacerlo’.

12. El tiempo para lo realmente importante

Para los estoicos, el tiempo era nuestro bien más preciado. No obstante, hacemos grandes esfuerzos para no perder dinero, pero derrochamos el tiempo sin miramientos. Pero, el tiempo es la materia prima de la vida, un recurso no renovable que se agota igual de rápido independientemente del uso que de él hagamos.

Séneca tiene una frase increíble al respecto: ‘Nos quejamos de que nuestros días son pocos, pero actuamos como si fueran infinitos’.

Por eso, debemos revisar cómo pasamos el tiempo, comprobando si realmente lo dedicamos suficiente a las cosas que más nos importan. El objetivo final no es hacer más, sino hacer lo importante. No se trata de añadir más cosas a nuestra agenda, sino de hacer las importantes. Decidir hacer cosas nuevas implica casi siempre dejar de hacer otras. Por suerte, la mayoría de cosas que hacemos no son necesarias.

Ser más consciente de nuestra propia muerte nos puede dar cierto sentido de urgencia, evitando postergar lo que queremos lograr. En este sentido, Marco Aurelio decía que ‘no es la muerte lo que debemos temer, sino nunca haber vivido’.

estoico
Marco Aurelio

13. Más acción y menos palabras

Los estoicos creían en la disciplina entendida como esfuerzo y sacrificio. Y sobre todo en el actuar con determinación. Menos decir y más hacer.

Por eso, ya nos sugerían cosas muy básicas como empezar de a poco. Pregúntate cuál es la acción más pequeña que te moverá en la dirección correcta, y empieza ahí. Piensa a lo grande pero empieza pequeño.

‘Comenzar es la mitad del trabajo’ según Marco Aurelio. La acción se convierte en la causa de la motivación, en vez de su consecuencia.

Así que no esperes tener el estado mental ideal para actuar. Ni tampoco a que desaparezca el miedo, simplemente actúa a pesar del miedo. Y una vez más la propia acción reducirá el temor.

14. Seamos justos con nosotros mismos

Asumimos que nuestros problemas son muchos más numerosos que nuestros privilegios. Paradójicamente, nos ocurre lo contrario cuando evaluamos a los demás: asumimos que han tenido menos problemas y más fortuna. Esta es la receta perfecta para una vida de resentimiento y envidia.

La envidia puede ser positiva si sabes aprovecharla. Te da información sobre las cosas que deseas y las personas que admiras. Puede ser una fuente de energía, siempre que no permitas que la envidia derive en resentimiento. Lamentarte por estos factores externos o porque alguien parte de una mejor situación o fortuna no te ayudará de mucho.

De ahí que los estoicos recomendarán la gratitud es el antídoto de la envidia destructiva.

15. La vida se gana. Con preparación. Con dedicación

El estoicismo no es algo que se estudia, es algo que se practica cada día. Con eso en mente, los estoicos veían especial utilidad en prepararse al inicio de cada mañana y en reflexionar sobre su día antes de irse a la cama.

Escribir nos puede ayudar a clarificar nuestras ideas, a identificar los obstáculos que nos bloquean y a evaluar mejor nuestro progreso. Pasar al papel las cosas que nos preocupan reducirá su carga mental y nos ayudará a encontrar soluciones.

Dejadme terminar con las cuatro grandes virtudes que según los estoicos deberíamos siempre desarrollar:

  • Sabiduría buscando aprender y mejorar a lo largo de toda nuestra vida.
  • Coraje haciendo lo correcto a pesar de poder tener miedo.
  • Justicia buscando ayudar siempre a los demás.
  • Disciplina con el debido esfuerzo y sacrificio (si hace falta).

Que no se diga más.

David Boronat | Presidente y Fundador de Multplica