

Helena López-Casares| Madrid
Benjamin Franklin fue uno de los Padres Fundadores de los Estados Unidos, además de científico e inventor. Su afición por los temas científicos dio comienzo a mediados del siglo XVIII y estuvo claramente influido por científicos coetáneos como Isaac Newton.
A partir de 1747 centró sus estudios en los fenómenos eléctricos y enunció el principio de conservación de la electricidad. Su obra más destacada es Experimentos y observaciones sobre electricidad. Precisamente, de la observación y de la curiosidad surgió su famoso experimento de la cometa que llevó a cabo en Filadelfia en 1952. Franklin ató una cometa con esqueleto de metal a un hilo de seda, en cuyo extremo puso una llave metálica. Resuelto a confirmar sus sospechas hizo volar la cometa un día de tormenta y confirmó que la llave se cargaba de electricidad, demostrando así que las nubes están cargadas de electricidad y que los rayos son descargas eléctricas. Gracias a este experimento creó su invento más famoso, el pararrayos.
Pero Franklin también tenía inquietudes humanistas y quería cultivar su carácter mediante un plan que englobaba la práctica de una serie de virtudes. Comenzó a pensar en estos valores cuando tenía 20 años y los continúo practicando a lo largo de toda su vida. Algunas de las virtudes más importantes son:
– La templanza
– El silencio
– El orden
– La determinación
– La diligencia
– La sinceridad
– La justicia
– La moderación
– La tranquilidad
– La humildad
Franklin tenía siempre en la mente estas virtudes y, aunque admitió que incumplía estos preceptos algunas veces, sabía que intentar vivir acorde a ellas lo haría mejor persona, lo que contribuyó enormemente a su éxito y felicidad.
La perseverancia es una de las cualidades más importantes en el logro de los objetivos que cada persona se marque en la vida. Es lo que hace que no decaigamos ante la adversidad, superemos los baches del camino y avancemos sin temor a los cambios.